Nuestros amigos están volviendo al momento del café y la tertulia. Esta mañana el viejo marino, teléfono en mano, hizo varios comentarios:
—No nos podemos quejar, cada día, con el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, tenemos novedades y rifirrafes para que no aburrirse. Lamentable espectáculo. Se suceden las maniobras de distracción y las mentiras sin ningún rubor, con un telón de fondo de cerca de cuarenta y cuatro mil muertos (según el dato ofrecido por la Asociación Española de Profesionales y Servicios Funerarios o la suma de los datos aportados por las CCAA). Asistimos a acusaciones barriobajeras de Pablo Iglesias descalificando a los adversarios llamándoles fascistas y golpistas, mientras que desde el gobierno declaran que no conviene promover la crispación. Todo esto es una maniobra de distracción, una pantalla de humo y una provocación innecesaria. Mientras desde las redes nos bombardean y lanzan interpretaciones esos hechos.
La joven profesora continúa:
—Estamos viviendo una época de muchas incertidumbres, seguro que cualquier gobierno que le hubiera tocado lidiar con este problema habría sido objeto de críticas, pero alguna de las cosas que estamos escuchando es muy difícil de digerir. Llama la atención la incapacidad del ministro Illa y de Fernando Simón para determinar el número de fallecidos, modificando los criterios que han ido restando no solo credibilidad, sino también aportándoles un enorme descrédito. Fernando Simón ha sido, por sus mentiras, objeto de todo tipo de chanzas que han circulado por las redes e internet. Solo queda decirles que, además de los más de 3 millones de empleados públicos con los que cuentan, no necesitan recurrir a la tabilla de barro Plimpton o el papiro de Moscú, ni a Pitágoras, ni siquiera usar un ábaco. Con una sencilla hoja de Excel lo tendrían. Mientras todo el mundo a través de internet o las redes sociales reciben recuentos de diferentes fuentes, pero eso no ayuda a su credibilidad.
Siguió nuestro marino:
—Esto es escandaloso y nos va a pasar factura a nivel internacional —que difícil lo va a tener el sector turístico este año—, pero si esto fuera el único problema, aunque grave, podría ser perdonable, pero la retahíla de despropósitos protagonizadas por esta pareja que se asemejan a Zipi y Zape de los tebeos no tiene límites. No olvidemos los procedimientos de contratación a empresas de dudosa solvencia o experiencia, obviando la ley de contratación pública, y la desfachatez de publicar la adjudicación en el BOE sin domicilio. En pocas horas vemos la fachada de una cochera o de un portal cochambroso como sede de la empresa; poniendo en evidencia que no era la más idónea para esa adjudicación y abre muchas incógnitas de tratos de favor o afinidad. Como la pólvora corren las sospechas de prevaricación o corrupción. El maldito internet y las malditas redes —unido a una población ociosa y confinada— han hecho que eso que, en el pasado hubiera pasado desapercibido, se denuncie y publique en muy pocas horas.
—Es un hecho —siguió la profesora— que, a pesar de regar a las televisiones con 15 millones en una primera tacada y después aprobar 66 millones en «publicidad y comunicación institucional», y los intentos de dulcificar la gravedad de lo ocurrido y para tratar de que interioricemos mensajes, como el «No vamos a dejar a nadie atrás», cuando la crisis está dejando en el camino muchos empleos, a autónomos y a empresas cerradas o con dificultades. Además, a pesar de los intentos de limitar nuestra capacidad de comunicación y de libertad de expresión, en internet y las redes sociales se ha tenido mucha información que no se ha visto ni oído en las televisiones.
El marino, con una amarga sonrisa, continúo:
—Tendríamos para no parar, los días se suceden con incidentes, broncas parlamentarias, cruces de acusaciones se destapan nuevas mentiras que dejan al gobierno en entredicho, pero hay que reconocer su osadía y desfachatez para cambiar su discurso y eludir sus responsabilidades para pasar a culpabilizar a los demás. Episodios como los de Cayetana Álvarez de Toledo o Espinosa de los Monteros en el Congreso con Pablo Iglesias, la pillada a Irene Montero reconociendo en privado, al día siguiente de que era consciente de la escalada del virus y de las posibilidades de propagación, son muestras de que estamos ante un gobierno muy «gaseoso».
Aunque, donde ya han conseguido llegar al cenit, ha sido con el tema de Grande-Marlaska y la destitución de Pérez de los Cobos. Bochornoso espectáculo, lleno de mentiras, aportando diferentes versiones cada vez más patéticas. Hemos pasado del «proceso natural de sustitución» a ver en internet y redes sociales el escrito de María Gámez, directora de la Guardia Civil en el que claramente dice que le cesa «Por no informar del desarrollo de investigaciones y actuaciones de la Guardia Civil, en el marco operativo y de Policía Judicial, con fines de conocimiento», hasta llegar a la cobarde declaración —como al niño que han pillado haciendo una maldad— con un «yo no he sido, ha sido el Subsecretario», pero lo que no dice que cualquier cese de un militar necesita la firma de los ministros de Interior y de Defensa. ¡Qué forma de tirar por la borda el prestigio acumulado!
—Además en medio de esto —comenta la profesora—, han puesto en entredicho la honorabilidad de la Guardia Civil llegando a acusarla de todo tipo de iniquidades, incluido llamarles golpistas. Su delito, cumplir con su deber y que tenían que pasarle factura por sus declaraciones en el Supremo por el 1-O por las acciones en Cataluña. La iniquidad de este gobierno no tiene límites.
Nuestro marino concluyó:
—Habría que recordar a San Ignacio, estamos en tiempos de tribulación y desolación; aunque estamos viendo muchas mudanzas.
Así se quedaron ensimismados en sus pensamientos.
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