Las advertencias del Supremo han puesto en primera página los privilegios que disfrutan en Lledoners unos políticos delincuentes. Los presos independentistas catalanes, solo son eso, unos malhechores que incumplieron e incumplen la ley.
Estamos en la segunda oleada, todavía no sabemos si la vacuna estará disponible antes o después de la tercera. Esta pandemia crea un nuevo escenario y nos preguntamos cuál va a ser nuestra «nueva realidad» en lo económico, en lo social o en lo político.
Aunque hemos avanzado y saliendo de nuestro arresto domiciliario, todavía seguimos en el monotema y, pese a que se siga repitiendo que ya habrá ocasión de buscar responsabilidades, parece oportuno hacer algunas reflexiones.
Parece que los únicos objetivos que tienen nuestros gobiernos es llenar boletines oficiales con decretos que nos complican las cosas, nos suben los impuestos o nos imponen su sesgo ideológico.
Cada día tenemos nuevas perlas, entrevistas y declaraciones de políticos que cuando superamos nuestra sorpresa, solo cabe ironía, risas y, previsiblemente, algunos lamentos.
La investidura nos deja un sabor extraño, no ha sido un cambio de gobierno. Se ha roto el pacto de convivencia que se fraguó con la Constitución y la Transición.
Se habla mucho de transparencia, de gestión del coronavirus y de que habrá su momento para hacer balance, pero ya es el momento para poner el foco en algunas cosas.
Lo bueno de este gobierno es que no da pausa, cada día nos sirve grandes titulares, unos parecen globos sonda y otros apuntan en direcciones que nos hacen temblar.
No tenemos tiempo para aburrirnos, cada día hay nuevas y jugosas noticias, el trabajo que hacen nuestros políticos puede parecer escaso, pero el ritmo es trepidante.
Ha sido algo patético y un juego de niños ir anunciando los nombres de quiénes iban a formar el gobierno. Parece que los nuevos tiempos nos traen inmadurez, falta de respeto institucional y muchos recelos.