Nuestros amigos, apenas habían empezado con el café cuando nuestra joven profesora lanzó:
—Querido marino, siempre te estás quejando de que la política es en exceso cortoplacista y que nunca hay una visión a más largo plazo que la legislatura. Hoy te imagino ilusionado, extasiado, embebido y excitado con este plan de Pedro Sánchez, un embriagador «España 2050 Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo».
Todo esto, nuestra joven amiga, fue capaz de decirlo sin reírse, con la mayor seriedad y severidad que pudo, aunque el marino la miraba con su sorna habitual.
—Lamento defraudarte, me hubiera gustado que ese Plan 2050 fuera ilusionante y esperanzador, pero haciendo un somero repaso, una vez más, parece un producto de la «Factoría Iván Redondo», con el agravante de que, si es cierto que han intervenido 100 expertos durante un año, podemos estimar que esta campaña de publicidad nos ha costado, entre 6 y 10 millones de euros, para presentarnos un documento de muchas páginas, pero que tienen un marcado sesgo ideológico, lo que lo descalifica y hace que se ponga en cuestión.
Los parámetros que se proponen tienen una escasa profundidad científica y encima dibuja un panorama para el 2050 de un país para plantearse si nos gustaría vivir en él, si se cumplen esos objetivos.
Esperar 30 años para conseguir una cifra de desempleo del 7 % resulta bochornoso. Esos niveles de desempleo ya se consiguieron en la era de Aznar. Ya puestos a dibujar un país diferente, todo lo que no sea aspirar al 4-5 %, que es el pleno empleo técnico, es tener entre las manos una propuesta sin ambición y un reconocimiento de fracaso. Aspirar a ese índice de desempleo es consumir 30 años para conseguir los niveles de la media de la UE, de 7,4 %, en 2019. Es difícil sentirse extasiado, si lo que se aspira es a seguir en el furgón de cola del empleo europeo. Ridículo y frustrante.
Algo parecido podríamos decir de la jornada laboral de 35 horas semanales. Pedro Sánchez propone tardar tres décadas para converger con la jornada que ya tienen los ocho países más importantes de la UE, que están en una media del 35,4 horas/semana. Otro pobre resultado para este plan tan «ambicioso e ilusionante».
En materia fiscal la única propuesto son las subidas de impuestos, claro que «a los ricos», pero las subidas son principalmente a impuestos indirectos que afectan a las clases medias y trabajadoras. La brillante idea es subir la cesta de la compra de las familias o encarecer el echar combustible a la furgoneta del autónomo y que deberá pagar por usar las autovías. Todos ellos, como es bien sabido, ricos y pudientes.
Claro que, si se produce un incremento del empleo y una reducción del paro, y sin tocar los impuestos, la recaudación tiene un efecto multiplicador. Resumiendo, no se creen que vayan a crear empleo y por lo tanto, lo fácil, lo que han venido haciendo todos los gobiernos en los últimos años, es subirnos los impuestos.
Con un proyecto a 30 años se podría pensar que se garantizaría un equilibrio importante del presupuesto y una reducción drástica de la deuda pública, pero no, se estima que, para esa fecha, estaría en el 110% del PIB. Es decir, nos dibujan un escenario deprimente.
Treinta años para seguir teniendo un país altamente endeudado, por lo que es poco verosímil que se vayan a hacer importantes inversiones en proyectos de investigación y transformación del país. Se intuye que seguiríamos con la precariedad actual porque se propone seguir incrementando del gasto público. Todo eso abre una incógnita, ¿qué capacidad de maniobra tendríamos, en un futuro, para superar un nuevo hecho extraordinario, como esta pandemia?
Se han lucido; 100 expertos y un año para diseñar este panorama es para llorar.
La profesora se sonríe y añade:
—Has hecho una descalificación «ad hominem», aunque voy a seguir viviendo en este país porque en este plan de Pedro Sánchez, tan marcadamente ideológico, no tiene en cuenta algunos elementos fundamentales de la ecuación, como son los avances tecnológicos que pueden trastocar y cambiar radicalmente muchos aspectos.
Si echamos la vista atrás 30 años y nos situamos a mediados de 1990, veríamos que se produce la primera conexión plena desde España a la Internet. Desde aquellos inicios hasta ahora ha habido una revolución en temas muy diferentes. Desde entonces ha cambiado nuestra vida, nuestra economía, desaparecido y florecido grandes empresas en muy diferentes sectores; mientras que el mercado laboral no ha parado de estar en continua transformación.
—Todo esto es cierto —comenta el marino—, además hay matices preocupantes; se decide en esas propuestas y objetivos en que se va a invertir y legislar en los próximos años. Esto nos condicionaría como país ante nuevos avances tecnológicos.
Aventurar el alcance de esos cambios es impredecible; además hay aspectos, como es la energía o combustible —básicos para el crecimiento de un país—, que en estos momentos hay muchos procesos de investigación abiertos y es muy difícil predecir cuales van a ser los que imperen en el futuro.
Podemos seguir analizando, página a página, el documento y vaticinar algunas contradicciones, aunque lamentar que es un plan que condiciona, predetermina y es muy probable que nos acabe hipotecando y condicionando el futuro.
Se levantan, con ganas de seguir comentando, pero parece que ver el mar y mirar al horizonte es mucho más agradable.
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