Aunque hemos avanzado y saliendo de nuestro arresto domiciliario, todavía seguimos en el monotema y, pese a que se siga repitiendo que ya habrá ocasión de buscar responsabilidades, parece oportuno hacer algunas reflexiones.
Hoy nuestros amigos volvían a juntarse con un café por delante. Ha pasado mucho tiempo y parece que nuestro marino ha recuperado las ganas de hablar. Después de los saludos de rigor y de mirarse a los ojos, nuestra joven amiga comenta:
—Cada día, en este periodo, no he dejado de sorprenderme por el cariz que han tomado las cosas y de cómo se han manejado. Desde el primer momento se ha hecho de todo por desdramatizar. Esto me parece correcto, porque llevar el pesimismo a toda la población no era la mejor opción. Además, determinados sectores han estado en la búsqueda permanente de culpables y descalificando cualquier acción y medida que se ha tomado. En los momentos graves no se puede ser maximalistas y estamos ante una situación intrincada y compleja; con unas características muy excepcionales e imprevisibles. Ha sido, y sigue siendo, un proceso muy complejo en el que cualquiera que lo hubiera afrontado podría haber sido objeto de todo tipo de críticas.
Nuestro marino esboza una sonrisa y comenta:
—Lo que dices, podría ser cierto, pero queda oscurecido y deja de tener valor cuando en todo este proceso se han quebrado varios de los principios básicos exigibles en la gobernanza de cualquier país, como son contar con una dirección eficaz y eficiente, hacer gala de transparencia en todos sus actos y comparecencias, manteniendo el «espíritu de la veracidad», contar con un plan de acción y un proyecto para afrontar los problemas y capacidad de resolución. De eso no ha hecho gala el gobierno de Sánchez —salvo la ministra Robles— que, con un exceso de ministros, una pléyade de cargos y asesores han demostrado que estaban para un proyecto ideológico, pero no para gestionar; y ante esta pandemia ha demostrado su escasa capacidad al respecto.
No se puede admitir que nos confundan, que nos traten como a niños, que nos dulcifiquen la información, y que lleguen a la manipulación. Es cierto que el dramatismo era innecesario, pero los bailes de cifras, los mensajes incoherentes e infantiloides y las manifestaciones contradictorias de los supuestos «comités de expertos», parecen más propios de un intento de manipulación social, como la describen Chomsky o Timsit, que a la transparencia informativa que se debe esperar del Ejecutivo ante una situación tan delicada.
Desde el principio se dio un tinte belicista, del que no se podía discrepar, no olvidemos que en las primeras comparecencias aparecían tres militares con su uniforme —hasta que empezaron a resultar molestos—, y los mensajes como: «esta guerra la ganamos» o hablar de «reconstrucción», han creado una escenografía de sumisión que, unido a las actitudes de la policía, han hecho que el Estado de Alerta, se haya parecido más a un Estado de Excepción.
El control sobre la opinión pública y los contenidos televisivos han rozado la censura de un régimen dictatorial. No es de recibo que se reconozca en rueda de prensa por parte del general de la Guardia Civil que se estaba persiguiendo aquellos mensajes que provocasen la «desafección» al gobierno. Desde la dictadura, en mi infancia, no había vuelto a escuchar eso de la «desafección al régimen». Al final los extremos se tocan.
La joven profesora manifiesta:
—Eres es muy extremista, pero no puedo dejar de reconocer que una mayor transparencia, con una comunicación fiable, enfocada a dar certidumbre y seguridad, en medio de la inestabilidad, sería un valor que todos hubiéramos agradecido que, unido a una mejor coordinación con las Comunidades Autónomas, previsiblemente, habría ayudado desde el primer momento.
Otra vez el marino esboza una sonrisa:
—Esas premisas que planteas no las podía cumplir este gobierno porque todo su intento ha sido evadir las responsabilidades de su inacción inicial, de una serie de medidas equivocadas y con criterios cambiantes; nos ha mentido para ocultar su responsabilidad en unas cifras de muertes que causan sonrojo, a pesar de haber soportado el encierro más férreo de todos los países de nuestro entorno. Aunque han conseguido, en gran medida, que su propaganda cale en determinados sectores y, mientras disimulan sus errores, toman medidas y acuerdos que deberían tener un mayor debate parlamentario aprovechando la excepcionalidad. Juegan a contentar a sus socios de gobierno —lo último de Bildu es de traca—, y a congraciarse con determinados sectores en los que se encuentra su caladero de votos, en unos momentos que su acción de gobierno tendría que estar enfocada en otros temas. Venden populismo y parches cortoplacistas que, a la larga, lejos de favorecer, nos van a perjudicar, y especialmente a esos que proclaman ayudar.
Mientras, en los próximos meses, vamos a ver, —cuando ya no haya tanta emotividad o carga ideológica—, como los datos, las cifras y las estadísticas van a ser muy crueles con nosotros, a pesar de todas las patrañas de Tezanos. Va a costar mucho tiempo volver a remontar esta crisis. El recuento de parados y el deterioro de la economía nos va a producir mucho desazón.
Nuestra joven profesora quería cambiar de tercio e introdujo otro tema:
—Todo esto no puede hacernos olvidar de otros aspectos importantes como es el tema sanitario y, como apuntas, las secuelas económicas. Seguro que el tema económico y el empleo va a ser el caballo de batalla en los próximos meses cuando este covid-19, paulatinamente vaya remitiendo.
Con algo de sorna nuestro marino concluyó:
—Tienes razón, pero dejemos estos temas para otro café, acabamos de salir de nuestro confinamiento. Aprovechemos el día soleado y contemplemos el mar.
Parecía que, poco a poco, volvíamos a la rutina de nuestra aldea y, como siempre, desde este rincón seguimos sin entender lo que ocurre en nuestro país.
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